treinta y uno de septiembre

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Los primero de enero siempre están despejados. Siempre comienzan a las una y media de la tarde, si es que me he dormido a las seis, a las doce o a las 9; con una almohada de cemento que lastima mi cabeza.
Yo prefiero los treinta y uno de septiembre. Que siempre comienzan con un arcoíris pampino, tiñendo todo el día... hasta las seis de la tarde, cuando llega el sol turquesa y hace resaltar todos los colores. También siempre hay una niña en la playa jugando a fotografiarlos y ponerlos en frascos, para abrirlos al día siguiente.