Ibamos a ver el aurora boreal sentados junto al lago,
compensando la falta de romanticismo de nuestro paisaje.
Estabas corriendo y te caíste
y no puedo arrancarte del pavimento.
Sólo tu recuerdo se levantó
y es él quien me acompañará eternamente.
No, nosotros no, sino Ana y Otto
Gabriel, golpéalos con un matamoscas para que dejen de rodearme
No quiero ver fantasmas; sólo, lo real; sólo, a ti
En 1980, una tarde a la salida del colegio, las vidas de Ana y Otto se cruzan casualmente para siempre. El azar les hace repetir sus encuentros constantemente, en un círculo que no se cerrará hasta diecisiete años
más tarde en Finlandia, al borde del Círculo Polar.
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